Tan Otoño...

Hace ya varios días que Jo me venía insistiendo en que salga a dar un paseo. Y me quedé pensando… ¿será que tiene ganas de estar un ratito solo? ¿será que ya lo cansé parloteando a mil por hora sobre lo nuevo que pensaba bordar la flor que vi por primera vez, la que descubrí como se llamaba, la mariposa que ya observé mil veces pero nunca una tan linda, las ideas nuevas para la casa?… o será que realmente quería que vaya a dar un paseo ^_^. Aunque le pregunté y me dijo que era sincero en su respuesta, nunca sabré la verdad. La cuestión es que me convenció y fui a dar un paseo de otoño, porque ya veía desde los alrededores de casa, que todo estaba más amarillo que nunca, y no exagero, nunca había visto un otoño “tan otoño” en las montañitas.




Es que en esta época, la humedad abunda y por lo general todo está muy verde. Pero este año, con la escasa lluvia, el paisaje fue todo lo que uno esperaría de esta poética estación. El día del paseo nos levantamos temprano, como siempre, desayunamos con mate y tostadas. Mientras se cargaba la batería de la cámara de fotos, aproveché para hacer las tareas cotidianas, armar la cama, barrer, etc. y luego salí a disfrutar. Estaba bastante nublado, pero por momentos salía un sol radiante y cálido. Desde hacía muchos días no salía por el camino. Vivo en un campo inmenso y un único camino que empieza en la tranquera y recorre cientos de metros, nos va derivando a las casitas. Somos cuatro familias, y nuestra casa está al final, bien escondida, donde no llegan más que las vaquitas. 


Todos los días, este paisaje lo veo en el desayuno, desde la puerta ventana de la cocina. Estas florcitas, que parecen parientes de las marcelas, forman unas matas que al atardecer se vuelven blancas, aunque son de un verde muy clarito. Resaltan sobre el paisaje amarronado y ocre, generando unos matices que dan sensación de que estuviera pintado ¿no lo creen? 




Me quedo atontada, horas mirando los colores, como refleja la luz al amanecer, al mediodía, a la tardecita, a cada momento, cada luz resalta algo particular, y genera un movimiento visual muy difícil de esquivar. Luego de desayunar salgo al jardín, a sentir el aire fresco de la mañana, mi vista se va al bosquecito, la entrada a otro mundo. Es que realmente la flora cambia mucho, es más húmedo, hay muchos helechos, cientos de ramas y árboles caídos, pero hoy me voy a enfocar en el ocre. Una de las entradas a este mágico bosque está marcada por algunos árboles en forma de arco, y un camino que ya estaba cuando llegamos, es más creemos que no lo hizo nadie, sino que fue así siempre y es allí donde el sol nos regala los rayos más lindos, antes de esconderse en el horizonte, como despidiéndose hasta el otro día.




Para salir de casa voy por el caminito que ya marcamos, cual hormigas, los perris y nosotros. Un camino que inventamos porque así no era la entrada ni la llegada principal a la casa. Salgo por la puertita del cerco, camino algunos metros y el otoño vuelve a aparecer. La huella del camino a casa, hace unas curvas que le dan más belleza, a los costados el pastito rosa, las marcelas, las rocas, la pirca…



A la izquierda algunos Crataegus, todo te prepara para llegar al cañadón, un lugar inexplorado por mí. Aún no me animo, porque está custodiado por los chanchos salvajes. El otro día vi uno, bueno, creo que vi uno, yo vi un chancho negro, primero pensé que era un ternerito porque estaban todas las vaquitas pastando y era bastante tarde, ya casi no había luz, pero después me di cuenta que era muy chiquito para ser un ternerito, jijiji y sí, era un chanchito, muy ágil, me sorprendió lo rápido que se movía, olfateó un poco y cruzó la pirca con el alambrado de púa como si no hubiese nada. Retomando el cañadón, solo lo cruzo, pero nunca lo caminé, quizás este invierno me anime si Jo me acompaña.




Esta es una de mis partes favoritas del camino. Ese árbol, que ahora está pelado me hace pensar ¡menos mal que Jo me instó a dar el paseo! Porque a los dos días llovió y ni una hojita quedó. El camino era surrealista, tantas miles de hojitas pequeñas tapizando el suelo, no creo que se aprecie en las fotos, verlo en vivo fue realmente sorprendente. Esta parte es, como les conté, la menos explorada por mí. Pero observando bien descubrí árboles nuevos, algunos no se qué son, otros son Castaños enormes que deben tener muchos años, quizás los más antiguos del campo. Qué historias increíbles guardarán sus ramas y su troncos, quién pudiera leerlas para enterarse de las maravillas de las que fueron testigos.





Seguí avanzando, y ahí  ya no pude contener las lágrimas, es que si esto no es la felicidad más pura, ¿qué lo es?. Lo único que pude hacer fue detenerme unos minutos y agradecer, agradecer de poder vivir acá, de poder ver esto y de poder disfrutarlo, amarlo, adorarlo, respetarlo, tenerlo para siempre guardado en mis recuerdos. 






Esta bifurcación te lleva a la casa de mi vecino o a la nuestra. Los troncos que se ven de fondo son la casita de juegos de Paloma, Juan, Agus y Noel, los más pequeños del campo. Todo, absolutamente todo está cubierto por las hojitas de Acacio. Los troncos, los musguitos, las plantas, el arroyo (que este año fue solo un charco) Hasta la zanja que hicieron Jo y Gerardo para que el agua de lluvia corra hacia los costados y no destruya el camino. Todo, menos el caminito de hormigas claro, ahí no había nada más que hormigas. 








Durante todo el camino, a los costados, veo pequeños bosquecillos de Acacios, finitos, de pocos años, porque acá este árbol exótico no dura mucho, entre las hormigas y los bichos de la madera, se lo comen enterito. Es difícil encontrar un Acacio negro de muchos años. Esta parte del campo es fría y húmeda, también bastante oscura, pero este otoño, fue de las más lindas... caminando por acá, no podías más que sentirte en un sueño hecho realidad.





En este paseo llegué hasta el arroyito… la próxima iré un poquito más allá. Ojalá haya podido transmitirles  al menos una pequeña parte de las sensaciones que me despertaron aquel día tan de otoño.







Comentarios

  1. De cuentos. Bellísimo este lugar en el que no hay palabras para describirlo. Paola, Muñiz, Buenos Aires.

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    1. Hola Pao! qué linda... la verdad es que este año fue increíble, no tenía palabras para describirlo, intenté hacer lo mejor posible combinando fotos y relatos pero verlo en vivo era inigualable!

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  2. Hermoso... estoy enamorada dw su blog...los encontré en Instagram y me enamoraron esa es la palabra.��

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    1. Hola Anni! qué amor... muchas gracias!! te doy una super bienvenida ^_^

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  3. no me acuerdo como llegue a seguirte, me parece espectacular.........es un placer pasear por el blog..gracias por compartir...... ah te sigo desde MADRID

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    1. Hola Ale!! qué alegría inmensa!! muchas gracias, un honor que pases por aquí... saluditos desde las montañitas australes ^_^

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  4. Hermosas fotos! Y sí.. el otoño tiene un encanto único, gracias por compartirlo! Bendecidos están por vivir en lugar tan maravilloso!

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    1. Muchas gracias Marilú!! este otoño fue un encanto de estación...aunque seco se disfrutó igual...

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  5. Un cuento...,eso deberias escribir un cuento.
    Un placer leerte.
    Silvana de San A. De Padua

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    1. aiiii Sill! qué linda, que me pongo colorada... algún día lo haré! gracias, me das muchos ánimos... beso gigante!

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  6. Divinas las fotos, es una enorme bendición vivir en un lugar así, parece de fantasía, y es Real!!!!. Lleno de inspiración. Los felicito enormemente.

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    1. Hola Ali!! viste? no podía creer cuando salí a dar ese paseo, después de algunos días estar más introspectiva... fue un placer, no sabía por donde mirar... en vivo era increíble. Beso gigante y gracias por todo!

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  7. Hola Lola! Belleza total, un lugar soñado. Gracias por compartir. Un abrazo a la distancia

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    1. Hola Glo! muchas gracias! me alegra que te haya gustado y millones de gracias a vos por pasar ^_^

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