~ Días de Verano ~

 Siempre me pasa lo mismo, cuando empieza el verano hace tanto calor y es tan seco que quiero que llegue el otoño, pero a medida que enero avanza y llegan las lluvias y los días un poco más frescos no quiero que el verano termine. Ya me da nostalgia pensar que en unos meses todo se marchitará. Enero nos dejó una de las sequías más fuertes que viví. Casi nada estaba sobreviviendo después de prácticamente un mes sin agua y con temperaturas que llegaron a los 40 grados, hasta que por fin pronosticaban lluvias y tormentas, sabíamos que después de un clima tan extremo no iba a ser nada benévola, pero nunca imaginé lo que pasó. 




Llegó del norte, nunca llega del norte, pero cuando llega, mejor resguardarse. La casa no tiene protección desde esa orientación porque es desde donde entra sol en invierno, por lo tanto está muy expuesta, al igual que todos los canteros. El aire se sentía denso, casi no se podía respirar. Yo estaba sola, Jo estaba en un evento en Villa Berna, siempre estoy sola cuando pasan estas cosas, no sé por qué. Cuando salí y vi lo negro que estaba el cielo pensé que podía granizar. La escuché llegar, a la piedra, a lo lejos, me dije a mi misma: o es viento o es piedra. Lamenté que sea lo segundo. En pocos minutos cayó, una, dos tres, luego mil piedras del tamaño de una pelota de golf, con una fuerza y una furia que nunca antes ví. Y así el revoque de la pared, las plantas, el tanque y otras cuantas cosas quedaron destrozadas. 

Creí que nada iba a sobrevivir, pero acá estamos 15 días después, con todo verde de nuevo. Lo que no sobrevivió es porque estaba demasiado débil por la sequía y de todas formas no sobreviviría. Es como si la naturaleza les hubiese hecho una buena poda a las plantas más débiles, y casi todo volvió a brotar, aunque muchas no hayan aguantado las inclemencias. Este año el jardín no tiene ni un pequeño porcentaje de la exuberancia del año pasado, pero aún así es hermoso, y el verano nos regala mil verdes, mariposas, aves y felicidad... después de la granizada llovió varios días seguidos y fue una verdadera fiesta. Ahora estamos esperando de nuevo las lluvias que llegarán pronto, mientras tanto, horneo torta de ciruelas casi todos los días, porque tenemos un cajón de fruta y no queremos que se eche a perder ¿quién quiere la receta?

Para la masa:

3/4 taza de azúcar (yo uso orgánica cristal)

1/3 taza de leche vegetal, aquafaba o agua fría

4 cdas soperas de aceite de coco

1 cdta tamaño café de extracto de vainilla

1 cdta tamaño café de bicarbonato de sodio

1 y 1/2 taza de harina integral molido extra-fino

1/2 taza de almidón de maíz 

1/2 cdta tamaño café de sal 


Para el relleno:

Ciruelas, pueden ser zarzamoras, frambuesas o duraznos, todas están en su época justa.

Almidón de maíz

Azúcar

Mezclamos el azúcar con el aceite y la vainilla, luego agregamos el líquido. Por último los secos previamente integrados. La masa es muy blandita, así que no la vamos a estirar, sino disponerla directamente en las tarteras previamente enharinadas y espolvoréandonos los dedos con almidón de maíz para que no se nos pegue, la estiramos del grosor deseado. Para el relleno, descarozamos las ciruelas y las cortamos en rodajas finitas, les agregamos una cucharada de almidón de maíz y azúcar a gusto, esto depende si la fruta es muy ácida o no, o del gusto de cada uno. El almidón es para que cuando suelte el jugo la fruta, se haga una crema y no quede líquido el relleno. La llevamos a horno moderado hasta que esté dorada, serán aproximadamente 15/30 minutos dependiendo si usamos moldes individuales o uno grande. Hoy la hice tipo bizcocho, aprovechando que la masa es muy blanda, le incrusto el relleno de las ciruelas, queda más bien como una torta más que una tarta y es también muy rica.


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